sábado, 23 de mayo de 2020

El Fantasma de la Transición

Cualquiera que haya nacido durante la Transición, crecido en la nueva democracia de ella salida y madurado con la consolidación de la democracia habrá escuchado que la Transición fue MODÉLICA, un ejemplo a seguir, de hecho, en los libros de texto de secundaria ese podría ser el resumen del periodo del 76 al 82. 

Siendo ciertas algunas cosas que en los apuntes y en las clases ya señalamos, tenemos que volver a señalar uno de los mantras que casi en cada tema hemos repetido este curso (y que por desgracia este año no podrá formar parte de vuestro discurso sobre el profe de historia en la puesta de bandas):
"No podemos contar la HISTORIA que nos hubiera gustado que pasara, contamos la que OCURRIÓ"

Por lo tanto, Transición modélica,  es una afirmación muy gruesa. Ya hemos visto varios ejemplos de ello y en este artículo vamos a señalar otro, curiosamente (como suele pasar en varios asuntos más) nos sirve no solo para desmontar un falso mito, también vuelan de un plumazo algunos de los mantras de otras épocas, por ejemplo, uno de los mantras del Franquismo para justificar el golpe de Estado era el de "la violencia durante la II República" (como si hubiese sido la única época y provocada -evidentemente- por los 'rojos')




Y es que durante la Transición se produjeron 591 muertes (digamos que 'políticas'), hubo violencia, miedo y un clima de que la democracia se fuera al traste por la habitual manía de una parte de la sociedad de perder su comodidad labrada durante años.

Para que te hagas una composición y comparativa, en 1936 tras la victoria del Frente Popular y hasta la Guerra Civil (Febrero a Julio) hubo entre 262 muertes si coges los datos de Rafael Cruz y 486 si coges los del diario ABC

A continuación reproduzco  un artículo del periodista Alejandro Torrús:

El caso más sonado fue el 24 de enero de 1977, Alejandro Ruiz, abogado laboralista de Comisiones Obreras, acudió como cada día al local que el sindicato tenía en la céntrica calle de Atocha. Ruiz se encontraba en una reunión con otros ocho compañeros. En el ambiente de la ciudad se respiraba el miedo. Ellos sabían que en la España de la época corrían peligro. Pero nadie imaginaba algo así. A las 22.40 horas de la noche un grupo de tres pistoleros asaltó el despacho. Preguntaron por Joaquín Navarro, histórico líder de Comisiones Obreras. No estaba. Desde entonces, nada fue igual

De los nueve abogados que se encontraban en la sala cinco murieron en el acto: Luis Javier Benavides, Enrique Valdelvira, Javier Sauquillo, Serafín Holgado y Ángel Rodríguez. Cuatro lograron salvar la vida: Luis Ramos, Miguel Sarabia, Dolores García y el propio Alejandro.


El mismo 24 de enero, horas antes de la matanza de Atocha, un bote de humo lanzado por la Policía impactó en la frente de la estudiante universitaria Mariluz Nájera, causándole la muerte. En ese momento, Mariluz se encontraba en la manifestación protesta por el asesinato de otro joven estudiante un día antes: Arturo Ruiz, quien fue tiroteado por un grupo de extrema derecha durante una manifestación que pedía la amnistía para los presos políticos que aún estaban encarcelados.

“La Transición no es el cuento de hadas que nos cuentan. Cada vez que había una fecha decisiva para el cambio político se recrudecía la violencia política en la calle. El objetivo era que la calle no fuera de izquierdas, así como controlar el proceso sin tocar a los franquistas ni los grandes capitalistas. Se pretendía desestabilizar y frenar el proceso democrático”, analiza Mariano Sánchez, autor de la obra La Transición Sangrienta (Península).


Los datos que aporta Mariano Sánchez en su obra son demoledores. Entre 1975 y 1983, se produjeron 591 muertes por violencia política (terrorismo de extrema izquierda y extrema derecha, guerra sucia y represión). De ellos, nada menos que 188 de los asesinados, los menos investigados, entran dentro de lo que el autor denomina violencia política de origen institucional. Es decir, los asesinatos “desplegados para mantener el orden establecido, los organizados, alentados o instrumentalizados por las instituciones del Estado”, explica Mariano Sánchez.

“Un ejemplo: al estudiante Arturo Ruiz lo mató un miembro de los guerrilleros de Cristo Rey de los que ayudaban a la policía a reprimir las manifestaciones. Es lo que entonces se llamaban grupos de incontrolados", agrega.

Los grupos incontrolados de extrema derecha causaron 49 muertos; los grupos antiterroristas asesinaron a 16 personas, principalmente del entorno de ETA y el GRAPO; la represión policial le costó la vida a 54 personas; 8 personas fueron asesinados en la cárcel o en comisaría; 51 murieron en enfrentamientos entre la Policía y los grupos armados; mientras que ETA asesinó a 344 y el GRAPO a 51.

Y un dato más. Sólo en 1977, la policía cargó contra 788 manifestaciones en España, el 76% del total. Había que controlar la calle porque, no hay que olvidar, la vía pública tenía un dueño.

La violencia no cesó tampoco una vez aprobada la Constitución. En 1980, 30 personas fueron asesinadas por “violencia política de origen institucional”. Entre los numerosos atentados quedó grabado en la memoria el secuestro y asesinato en Madrid de la dirigente estudiantil Yolanda González, militante del trotskista Partido Socialista de los Trabajadores, un pequeño grupo político que provenía de una escisión de la Liga Comunista Revolucionaria.

Yolanda, de apenas 18 años, fue secuestrada y ejecutada por un comando fascista compuesto por militantes de Fuerza Nueva, comandado por Emilio Hellín Moro, y organizado por el jefe de seguridad del partido de Blas Piñar. “La asesinaron y dejaron su cuerpo tirado en una carretera comarcal. Le quitaron la vida un tiro en la sien disparado por Hellín Moro, quien hoy vive plácidamente, a pesar de haber de que fue condenado a más de treinta años por el asesinato y secuestro de Yolanda”, escribe Sánchez.

La indulgencia de la justicia con los asesinos de extrema derecha de la Transición fue la tónica habitual. “Hay que partir de la base que los encargados de investigar los terrorismos era la misma gente que antes estaba en la Brigada Político Social de Franco. No se hizo una limpieza en las instituciones. (nota que añado "Recordemos al torturador de la brigada político social de Franco, Billy el Niño, muerto hace unos días por Covid 19 pero que murió con una pensión del Estado - por los palos prestados- y sus condecoraciones intactas")

La connivencia de la Justicia con los asesinos de ultraderecha se ejemplifica, una vez más, con el caso de la matanza de Atocha. Antes incluso del comienzo de la vista, el juez instructor del caso, Gómez Chaparro-que provenía del Tribunal de Orden Público- concedió un permiso de fin de semana a Fernando Lerdo de Tejada, sobrino de una secretaria de Blas Piñar (fundador de Fuerza Nueva) e imputado en la causa por asesinato.

Lerdo de Tejada jamás regresaría a la cárcel de Ciudad Real y, hasta hoy, permanece desaparecido. Su delito prescribió en febrero de 1997. Los otros dos imputados por el asesinato de los abogados, Fernández Cerrá y García Juliá, sí fueron juzgados y condenados, cada uno, a 193 años de cárcel (cumplieron 15 y 14 años respectivamente). Además, el secretario provincial del Transporte de Madrid, Francisco Albadalejo Corredera, fue condenado a 73 años de prisión por haber dado la orden

Nunca se investigó más arriba de Albadalejo. Las sospechas de que el asesinato fue organizado desde élites políticas cercanas al franquismo han circulado siempre entre los abogados supervivientes y su círculo. Sin embargo, nunca se investigó

“Nos movemos en un tiempo muy difícil entre la memoria y el olvido, pero sin memoria no se puede tener futuro. La democracia le costó la vida a cientos de personas. No fue fácil llegar hasta aquí ni construir una democracia en la que todos tenemos cabida. Recordémoslo”, sentencia Alejandro Ruiz.

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Conclusión: Con este tipo de cuestiones, unidas a que los crímenes del franquismo no se investigaron, miles de muertos siguen en las cunetas...etc, cuanto menos, lo de modélica Transición se antoja algo excesivo.

Dos curiosidades, el primer discurso de Navidad de Juan Carlos I poco más de un mes de la muerte de Franco da la sensación de lo costoso que fue cerrar página (bueno..ni mucho menos se ha cerrado)


"Todo atado y bien atado" (una frase que tiene mucho significado)



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